1.1: Noches lúgubres (1789-90)
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LORENZO, el SEPULTURERO
NIÑO, LORENZO HIJO
LA JUSTICIA
CARCELERO
• NOCHE PRIMERA •
TEDIATO y un SEPULTURERO
Diálogo
TEDIATO —¡Qué noche! La oscuridad, el silencio pavoroso,1 interrumpido por los lamentos que se oyen en la vecina cárcel, completan la tristeza de mi corazón. El cielo también se conjura2 contra mi quietud, si alguna me quedara. El nublado crece. La luz de esos relámpagos..., ¡qué horrorosa! Ya truena.3 Cada trueno es mayor que el que le antecede, y parece producir otro más cruel. El sueño, dulce intervalo en las fatigas de los hombres, se turba.4 El lecho5 conyugal, teatro de delicias; la cuna6 en que se cría la esperanza de las casas; la descansada cama de los ancianos venerables; todo se inunda7 en llanto..., todo tiembla.8 No hay hombre que no se crea mortal en este instante... ¡Ay, si fuese el último de mi vida, cuán grato9 sería para mí! ¡Cuán horrible ahora! ¡Cuán horrible! Más lo fue el día, el triste día que fue causa de la escena en que ahora me hallo.10
Lorenzo no viene. ¿Vendrá, acaso? ¡Cobarde! ¿Le espantará11 este aparato que Naturaleza le ofrece? No ve lo interior de mi corazón... ¡Cuánto más se horrorizaría! ¿Si la esperanza del premio le traerá? Sin duda..., el dinero... ¡Ay, dinero, lo que puedes! Un pecho sólo se te ha resistido... Ya no existe... Ya tu dominio es absoluto... Ya no existe el solo pecho que se te ha resistido.
Las dos están al caer...12 Ésta es la hora de cita para Lorenzo... ¡Memoria! ¡Triste memoria! ¡Cruel memoria! Más tempestades formas en mi alma que nubes en el aire. También ésta es la hora en que yo solía pisar estas mismas calles en otros tiempos muy diferentes de éstos. ¡Cuán diferentes! Desde aquella a éstos todo ha mudado en el mundo; todo, menos yo.
¿Si será de Lorenzo aquella luz trémula13 y triste que descubro? Suya será. ¿Quién sino él, y en este lance,14 y por tal premio, saldría de su casa? Él es. El rostro pálido, fl aco, sucio, barbado y temeroso15; el azadón16 y pico17 que trae al hombro, el vestido lúgubre, las piernas desnudas, los pies descalzos, que pisan con turbación; todo me indica ser Lorenzo, el sepulturero del templo, aquel bulto,18 cuyo encuentro horrorizaría a quien le viese. Él es, sin duda; se acerca; desembózome,19 y le enseño mi luz. Ya llega. ¡Lorenzo! ¡Lorenzo!
LORENZO —Yo soy. Cumplí mi palabra. Cumple ahora tú la tuya: ¿el dinero que me prometiste?
TEDIATO —Aquí está. ¿Tendrás valor para proseguir la empresa,20 como me lo has ofrecido?
LORENZO —Sí; porque tú también pagas el trabajo.
TEDIATO —¡Interés, único móvil del corazón humano! Aquí tienes el dinero que te prometí. Todo se hace fácil cuando el premio es seguro; pero el premio es justo una vez ofrecido.
LORENZO —¡Cuán pobre seré cuando me atreví a prometerte lo que voy a cumplir! ¡Cuánta miseria me oprime! Piénsala tú, y yo... harto haré21 en llorarla. Vamos.
TEDIATO —¿Traes la llave del templo?22
LORENZO —Sí; ésta es.
TEDIATO —La noche es tan oscura y espantosa.
LORENZO —Y tanto, que tiemblo y no veo.
TEDIATO —Pues dame la mano y sigue; te guiaré y te esforzaré.23
LORENZO —En treinta y cinco años que soy sepulturero, sin dejar un solo día de enterrar alguno o algunos cadáveres, nunca he trabajado en mi oficio24 hasta ahora con horror.
TEDIATO —Es que en ella me vas a ser útil; por eso te quita el cielo la fuerza del cuerpo y del ánimo. Ésta es la puerta.
LORENZO —¡Que tiemble yo!
TEDIATO —Anímate... Imítame.
LORENZO —¿Qué interés tan grande te mueve a tanto atrevimiento? Paréceme cosa difícil de entender.
TEDIATO —Suéltame el brazo. Como me lo tienes asido25 con tanta fuerza, no me dejas abrir con esta llave... Ella parece también resistirse a mi deseo... Ya abre, entremos.
LORENZO —Sí..., entremos... ¿He de cerrar por dentro?
TEDIATO —No; es tiempo perdido y nos pudieran oír. Entorna solamente la puerta porque la luz no se vea desde afuera si acaso pasa alguno..., tan infeliz como yo, pues de otro modo no puede ser.
LORENZO —He enterrado por mis manos tiernos26 niños, delicias de sus mayores; mozos27 robustos, descanso de sus padres ancianos; doncellas28 hermosas, y envidiadas de las que quedaban vivas; hombres en lo fuerte de su edad, y colocados en altos empleos; viejos venerables, apoyos29 del Estado... Nunca temblé. Puse sus cadáveres entre otros muchos ya corruptos, rasgué30 sus vestiduras en busca de alguna alhaja31 de valor; apisoné32 con fuerza y sin asco sus fríos miembros, rompiles las cabezas y huesos; cubrilos de polvo, ceniza, gusanos33 y podre,34 sin que mi corazón palpitase..., y ahora, al pisar estos umbrales,35 me caigo..., al ver el refl ejo de esa lámpara me deslumbro..., al tocar esos mármoles me hielo..., me avergüenzo de mi fl aqueza.36 No la refi eras37 a mis compañeros. ¡Si lo supieran, harían mofa38 de mi cobardía!
TEDIATO —Más harían de mí los míos, al ver mi arrojo.39 ¡Insensatos,40 qué poco saben!... ¡Ah! Me serían tan odiosas por su dureza como yo sería necio41 en su concepto42 por mi pasión.
LORENZO —Tu valor me alienta.43 Mas44 ¡ay, nuevo espanto! ¿Qué es aquello? Presencia humana tiene... Crece conforme nos acercamos... Otro fantasma más le sigue... ¿Qué será? Volvamos mientras podemos; no desperdiciemos45 las pocas fuerzas que aún nos quedan... Si aún conservamos algún valor, válganos46 para huir.
TEDIATO —¡Necio! Lo que te espanta es tu misma sombra con la mía, que nacen de la postura de nuestros cuerpos respecto de aquella lámpara. Si el otro mundo abortase esos prodigiosos47 entes,48 a quienes nadie ha visto, y de quienes todos hablan, sería el bien o el mal que nos traerían siempre inevitables. Nunca los he hallado; los he buscado.
LORENZO —¡Si los vieras!
TEDIATO —Aún no creería a mis ojos. Juzgara tales fantasmas monstruos producidos por una fantasía llena de tristeza. ¡Fantasía humana, fecunda49 sólo en quimeras,50 ilusiones y objetos de terror! La mía me los ofrece tremendos en estas circunstancias... Casi bastan a apartarme51 de mi empresa.
LORENZO —Eso dices porque no los has visto; si los vieras, temblaras aún más que yo.
TEDIATO —Tal vez en aquel instante, pero en el de la refl exión me aquietara.52 Si no tuviese miedo de malgastar estas pocas horas, las más preciosas de mi vida, y tal vez las últimas de ella, te contara con gusto cosas capaces de sosegarte...53; pero dan las dos... ¡Qué sonido tan triste el de esa campana! El tiempo urge.54 Vamos, Lorenzo.
LORENZO —¿Adónde?
TEDIATO —A aquella sepultura; sí, a abrirla.
LORENZO —¿A cuál?
TEDIATO —A aquélla.
LORENZO —¿A cuál? ¿A aquella humilde y baja? Pensé que querías abrir aquel monumento alto y ostentoso, donde enterré pocos días ha55 al duque de Faustotimbrado,56 que había sido muy hombre de palacio y, según sus criados me dijeron, había tenido en vida el manejo57 de cosas grandes. Figuróseme que la curiosidad o interés te llevaba a ver si encontrabas algunos papeles ocultos, que tal vez se enterrasen con su cuerpo. He oído, no sé dónde, que ni aun los muertos están libres de las sospechas y aun envidias de los cortesanos.58
TEDIATO —Tan despreciables son para mí muertos como vivos, en el sepulcro como en el mundo, podridos59 como triunfantes, llenos de gusanos como rodeados de aduladores...60 No me distraigas... Vamos, te digo otra vez, a nuestra empresa.
LORENZO —No; pues al túmulo61 inmediato a ése, y donde yace62 el famoso indiano,63 tampoco tienes que ir; porque aunque en su muerte no se le halló la menor parte del caudal64 que se le suponía, me consta65 que no enterró nada consigo, porque registré66 su cadáver: no se halló siquiera un doblón67 en su mortaja.68
TEDIATO —Tampoco vendría yo de mi casa a su tumba por todo el oro que él trajo de la infeliz América a la tirana Europa.
LORENZO —Sí será, pero no extrañaría yo que vinieses en busca de su dinero. Es tan útil en el mundo...
TEDIATO —Poca cantidad, sí, es útil, pues nos alimenta,69 nos viste y nos da las pocas cosas necesarias a la breve y mísera vida del hombre; pero mucha es dañosa.70
LORENZO —¡Hola! ¿Y por qué?
TEDIATO —Porque fomenta71 las pasiones, engendra72 nuevos vicios y a fuerza de multiplicar delitos73 invierte todo el orden de la Naturaleza; y lo bueno se sustrae74 de su dominio sin el fi n dichoso...75 Con él no pudieron arrancarme76 mi dicha.77 ¡Ay! Vamos.
LORENZO —Sí, pero antes de llegar allá hemos de tropezar en78 aquella otra sepultura, y se me eriza el pelo cuando paso junto a ella.
TEDIATO —¿Por qué te espanta esa más que cualquiera de las otras?
LORENZO —Porque murió de repente el sujeto79 que en ella se enterró. Estas muertes repentinas me asombran.
TEDIATO —Debiera asombrarte el poco número de ellas. Un cuerpo tan débil como el nuestro, agitado por tantos humores,a compuesto de tantas partes invisibles, sujeto a tan frecuentes movimientos, lleno de tantas inmundicias,80 dañado por nuestros desórdenes y, lo que es más, movido por una alma ambiciosa, envidiosa, vengativa, iracunda, cobarde y esclava de tantos tiranos..., ¿qué puede durar? ¿Cómo puede durar? No sé cómo vivimos. No suena campana que no me parezca tocar a muerto. A ser yo ciego, creería que el color negro era el único de que se visten... ¿Cuántas veces muere un hombre de un aire que no ha movido la trémula llama de una lámpara? ¿Cuántas de una agua que no ha mojado la superfi cie de la tierra? ¿Cuántas de un sol que no ha entibiado81 una fuente? ¡Entre cuántos peligros camina el hombre el corto trecho82 que hay de la cuna al sepulcro! Cada vez que siento el pie, me parece hundirse83 el suelo, preparándome una sepultura... Conozco dos o tres hierbas saludables; las venenosas no tienen número. Sí, sí..., el perro me acompaña, el caballo me obedece, el jumento84 lleva la carga...,85 ¿y qué? El león, el tigre, el leopardo, el oso, el lobo e innumerables otras fieras86 nos prueban nuestra flaqueza deplorable.
LORENZO —Ya estamos donde deseas.
TEDIATO —Mejor que tu boca, me lo dice mi corazón. Ya piso la losa, que he regado87 tantas veces con mi llanto y besado tantas veces con mis labios. Ésta es. ¡Ay, Lorenzo! Hasta que me ofreciste lo que ahora me cumples, ¡cuántas tardes he pasado junto a esta piedra, tan inmóvil como si parte de ella fuesen mis entrañas! Más que sujeto sensible,88 parecía yo estatua, emblema del dolor. Entre otros días, uno se me pasó sobre ese banco. Los que cuidan de este templo, varias veces me habían sacado del letargo,89 avisándome ser la hora en que se cerraban las puertas. Aquel día olvidaron su obligación y mi delirio: fuéronse y me dejaron. Quedé en aquellas sombras, rodeado de sepulcros, tocando imágenes de muerte, envuelto en tinieblas, y sin respirar apenas, sino los cortos ratos que la congoja90 me permitía, cubierta mi fantasía, cual si fuera con un negro manto de densísima tristeza. En uno de estos amargos intervalos, yo vi, no lo dudes, yo vi salir de un hoyo91 inmediato a ése un ente que se movía, resplandecían92 sus ojos con el refl ejo de esa lámpara, que ya iba a extinguirse. Su color era blanco, aunque algo ceniciento.93 Sus pasos eran pocos, pausados y dirigidos a mí... Dudé... Me llamé cobarde... Me levanté..., y fui a encontrarle... El bulto proseguía,94 y al ir a tocarle yo, y él a mí..., óyeme...
LORENZO —¿Qué hubo, pues?
TEDIATO —Óyeme... Al ir a tocarle yo y él horroroso vuelto a mí, en aquel lance de tanta confusión... apagose del todo la luz.
LORENZO —¿Qué dices? ¿Y aún vives?
TEDIATO —Sí; y con grande atención.
LORENZO —En aquel apuro,95 ¿qué hiciste? ¿Qué pudiste hacer?
TEDIATO —Me mantuve en pie, sin querer perder el terreno que había ganado a costa de tanto arrojo y valentía. Era invierno. Las doce serían cuando se esparció96 la oscuridad por el templo; oí la una..., las dos..., las tres..., las cuatro... Siempre haciendo el oído el mismo ofi cio de la vista.
LORENZO —¿Qué oíste? Acaba,97 que me estremezco.98
TEDIATO —Una especie de resuello99 no muy libre. Procurando tentar,100 conocí que el cuerpo del bulto huía de mi tacto. Mis dedos parecían mojados en sudor frío y asqueroso; y no hay especie de monstruo, por horrendo, extravagante e inexplicable que sea, que no se me presentase. Pero ¿qué es la razón humana si no sirve para vencer a todos los objetos y aun a sus mismas fl aquezas? Vencí todos estos espantos. Pero la primera impresión que hicieron, el llanto derramado101 antes de la aparición, la falta de alimento, la frialdad de la noche y el dolor que tantos días antes rasgaba mi corazón, me pusieron en tal estado de debilidad, que caí desmayado102 en el mismo hoyo de donde había salido el objeto terrible. Allí me hallé por la mañana en brazos de muchos concurrentes103 piadosos que habían acudido104 a dar al Criador las alabanzas105 y cantar los himnos acostumbrados. Lleváronme a mi casa, de donde volví en breve al mismo puesto. Aquella misma tarde hice conocimiento contigo y me prometiste lo que ahora va a fi nalizar.
LORENZO —Pues esa misma tarde eché menos en casa (poco te importará lo que voy a decirte, pero para mí es el asunto de más importancia), eché menos un mastín106 que suele acompañarme, y no pareció hasta el día siguiente. ¡Si vieras qué ley108 me tiene! Suele8 entrarse conmigo en el templo, y mientras hago la sepultura, ni se aparta un instante de mí. Mil veces, tardando en venir los entierros,109 le he solido dejar echado sobre mi capa, guardando la pala,110 el azadón y demás trastos111 de mi ofi cio.
TEDIATO —No prosigas, me basta lo dicho. Aquella tarde no se hizo el entierro. Te fuiste, el perro se durmió dentro del hoyo mismo. Entrada ya la noche se despertó, nos encontramos solos él y yo en la iglesia (mira qué causa tan trivial para un miedo tan fundado al parecer), no pudo salir entonces, y lo ejecutaría112 al abrir las puertas y salir el sol, lo que yo no pude ver por causa de mi desmayo.
LORENZO —Ya he empezado a alzar la losa113 de la tumba. Pesa infi nito. ¡Si verás en ella a tu padre! Mucho cariño le tienes cuando por verle pasas una noche tan dura... Pero ¡el amor de hijo! Mucho merece un padre.
TEDIATO —¡Un padre! ¿Por qué? Nos engendran por su gusto, nos crían por obligación, nos educan para que los sirvamos, nos casan para perpetuar sus nombres, nos corrigen por caprichos, nos desheredan por injusticia, nos abandonan por vicios suyos.
LORENZO —Será tu madre... Mucho debemos a una madre.
TEDIATO —Aún menos que al padre. Nos engendran también por su gusto, tal vez por su incontinencia.114 Nos niegan el alimento de la leche, que Naturaleza las dio para este único y sagrado fi n, nos vician115 con su mal ejemplo, nos sacrifi can a sus intereses, nos hurtan116 las caricias que nos deben y las depositan en un perro o en un pájaro.
LORENZO —¿Algún hermano tuyo te fue tan unido que vienes a visitar los huesos?
TEDIATO —¿Qué hermano conocerá la fuerza de esta voz? Un año más de edad, algunas letras de diferencia en el nombre, igual esperanza de gozar117 un bien de dudoso derecho y otras cosas semejantes imprimen tal odio en los hermanos que parecen fi eras de distintas especies y no frutos de un vientre mismo.
LORENZO —Ya caigo en lo que puede ser: aquí yace sin duda algún hijo que se te moriría en lo más tierno de su edad.
TEDIATO —¡Hijos! ¡Sucesión!118 Este que antes era tesoro con que Naturaleza regalaba a sus favorecidos, es hoy un azote119 con que no debiera castigar sino a los malvados. ¿Qué es un hijo? Sus primeros años..., un retrato horrendo de la miseria humana. Enfermedad, fl aqueza, estupidez, molestia y asco... Los siguientes años..., un dechado120 de los vicios de los brutos, poseídos en más alto grado..., lujuria,121 gula,122 inobediencia... Más adelante, un pozo123 de horrores infernales..., ambición, soberbia,124 envidia, codicia,125 venganza, traición y malignidad; pasando de ahí... Ya no se mira el hombre como hermano de los otros, sino como a un ente supernumerario126 en el mundo. Créeme, Lorenzo, créeme. Tú sabrás cómo son los muertos, pues son el objeto de tu trato...; yo sé lo que son los vivos... Entre ellos me hallo con demasiada frecuencia... Éstos son..., no..., no hay otros; todos a cual peor... Yo sería peor que todos ellos si me hubiera dejado arrastrar de sus ejemplos.
LORENZO —¡Qué cuadro el que pintas!
TEDIATO —La Naturaleza es el original; no adulo,127 pero tampoco la agravio.128 No te canses, Lorenzo. Nada signifi can esas voces que oyes de padre, madre, hermano, hijo y otras tales; y si signifi can el carácter que vemos en los que así se llaman, no quiero ser ni tener hijo, hermano, padre, madre, ni me quiero a mí mismo, pues algo he de129 ser de todo esto.
LORENZO —No me queda que preguntarte más que una cosa; y es, a saber, si buscas el cadáver de algún amigo.
TEDIATO —¿Amigo? ¿Eh? ¿Amigo? ¡Qué necio eres!
LORENZO —¿Por qué?
TEDIATO —Sí; necio eres, y mereces compasión, si crees que esa voz tenga el menor sentido. ¡Amigos! ¡Amistad! Esa virtud sola haría feliz a todo el género130 humano. Desdichados son los hombres desde el día que la desterraron131 o que ella los abandonó. Su falta es el origen de todas las turbulencias de la sociedad. Todos quieren parecer amigos; nadie lo es. En los hombres, la apariencia de la amistad es lo que en las mujeres el afeite132 y composturas.133 Belleza fingida134 y engañosa... Nieve que cubre un muladar...135 Darse las manos y rasgarse los corazones; ésta es la amistad que reina. No te canses; no busco el cadáver de persona alguna de los que puedes juzgar. Ya no es cadáver.
LORENZO —Pues si no es cadáver, ¿qué buscas? Acaso tu intento sería hurtar las alhajas del templo, que se guardan en algún soterráneo,136 cuya puerta te se fi gura ser la losa que empiezo a levantar.
TEDIATO —Tu inocencia te sirva de excusa. Queden en buena hora esas alhajas establecidas por la piedad y trabaja con más brío.137
LORENZO —Ayúdame; mete esotro138 pico por allí y haz fuerza conmigo.
TEDIATO —¿Así?
LORENZO —Sí, de este modo. Ya va en buen estado.
TEDIATO —¿Quién me diría dos meses ha que me había de ver en este ofi cio? Pasáronse más aprisa que el sueño, dejándome tormento al despertar, desapareciéronse como humo4 que deja las llamas abajo y se pierde en el aire. ¿Qué haces, Lorenzo?
LORENZO —¡Qué olor! ¡Qué peste138 sale de la tumba! No puedo más.
TEDIATO —No me dejes; no me dejes, amigo. Yo solo no soy capaz de mantener139 esta piedra.
LORENZO —La abertura que forma ya da lugar para que salgan esos gusanos que se ven con la luz de mi farol.140
TEDIATO —¡Ay, qué veo! Todo mi pie derecho está cubierto de ellos. ¡Cuánta miseria me anuncian! En éstos, ¡ay!, ¡en éstos se ha convertido tu carne! ¡De tus hermosos ojos se han engendrado estos vivientes asquerosos! ¡Tu pelo, que en lo fuerte de mi pasión llamé mil veces no sólo más rubio, sino más precioso que el oro, ha producido esta podre! ¡Tus blancas manos, tus labios amorosos se han vuelto materia y corrupción! ¡En qué estado estarán las tristes reliquias de tu cadáver! ¡A qué sentido141 no ofenderá la misma que fue el hechizo142 de todos ellos!
LORENZO —Vuelvo a ayudarte, pero me vuelca143 ese vapor... Ahora empieza. Más, más, más; ¿qué lloras? No pueden ser sino lágrimas tuyas las gotas que me caen en las manos... ¡Sollozas!144 ¡No hablas! Respóndeme.
TEDIATO —¡Ay! ¡Ay!
LORENZO —¿Qué tienes? ¿Te desmayas?
TEDIATO —No, Lorenzo.
LORENZO —Pues habla. Ahora caigo en quién es la persona que se enterró aquí... ¿Eras pariente suyo? No dejes de trabajar por eso. La losa145 está casi vencida,146 y por poco que ayudes, la volcaremos,147 según vemos. Ahora, ahora, ¡ay!
TEDIATO —Las fuerzas me faltan.
LORENZO —Perdimos lo adelantado.148
TEDIATO —Ha vuelto a caer.
LORENZO —Y el sol va saliendo, de modo que estamos en peligro de que vayan viniendo las gentes y nos vean.
TEDIATO —Ya han saludado al Criador algunas campanas de los vecinos templos149 en el toque matutino.150 Sin duda lo habrán ya ejecutado los pájaros en los árboles con música más natural y más inocente y, por tanto, más digna. En fi n, ya se habrá desvanecido la noche. Sólo mi corazón aún permanece cubierto de densas y espantosas tinieblas.151 Para mí nunca sale el sol. Las horas todas se pasan en igual oscuridad para mí. Cuantos objetos veo en lo que llaman día, son a mi vista fantasmas, visiones y sombras cuando menos...; algunos son furias infernales.b
Razón tienes. Podrán sorprendernos. Esconde ese pico y ese azadón. No me faltes mañana a la misma hora y en el propio puesto. Tendrás menos miedo, menos tiempo se perderá. Vete, te voy siguiendo.
Objeto antiguo de mis delicias... ¡Hoy objeto de horror para cuantos te vean! Montón de huesos asquerosos... ¡En otros tiempos conjunto4 de gracias! ¡Oh tú, ahora imagen de lo que yo seré en breve! Pronto volveré a tu tumba, te llevaré a mi casa, descansarás en un lecho junto al mío; morirá mi cuerpo junto a ti, cadáver adorado, y expirando152 incendiaré mi domicilio, y tú y yo nos volveremos ceniza en medio de las de la casa.
a En la teoría de los humores, líquidos corporales responsables de la salud y la enfermedad: flema, sangre, bilis amarilla y bilis negra.
b De la mitología griega: divinidades que personifi can la venganza o el remordimiento.
1 que causa miedo
2 conspira
3 thunders
4 se desconcierta
5 la cama
6 cradle
7 floods
8 trembles
9 agradable
10 me encuentro
11 dará miedo
12 casi son las dos
13 temblorosa, que tiembla
14 situación
15 que tiene miedo
16 mattock
17 pick
18 cuerpo, forma
19 me descubro la cara
20 el proyecto
21 haré sufi ciente
22 el panteón
23 te daré fuerza
24 trabajo
25 agarrado
26 tender
27 jóvenes
28 damsels
29 supports
30 I tore
31 joya
32 I crushed
33 worms
34 putrefacción
35 thresholds
36 debilidad
37 cuentes, se lo digas
38 se burlarían
39 atrevimiento
40 fools
41 tonto
42 estimación
43 me anima
44 pero
45 perdamos
46 que nos sirva
47 maravillosos
48 seres
49 fértil
50 chimeras, ilusiones
51 separarme, alejarme
52 me calmaría
53 calmarte
54 obliga
55 hace pocos días
56 “Splendorcrest”
57 la administración
58 personas de la corte
59 corrompidos
60 sycophants
61 sepulcro levantado
62 lies
63 español que vivió en América
64 gran cantidad
65 me es evidente
66 examiné
67 moneda antigua
68 sábana mortuaria
69 da de comer
70 que causa daño
71 causa
72 produce
73 actos ilegales
74 se extrae
75 feliz
76 quitarme con violencia
77 felicidad, suerte
78 chocar con
79 la persona
80 suciedades, impurezas
81 calentado levemente
82 distancia
83 to sink
84 asno, burro
85 load
86 animales salvajes
87 watered, washed
88 capaz de experimentar las emociones
89 inactividad patológica
90 angustia
91 hole
92 brillaban
93 ashen
94 seguía
95 situación difícil
96 se extendió
97 Termina
98 tiemblo
99 aliento, gasp
100 tocar
101 spilled
102 inconsciente
103 attendants
104 venido
105 praise
106 raza de perro grande
107 lealtad
108 tiene costumbre de
109 burial parties
110 shovel
111 herramientas
112 haría
113 gravestone
114 falta de control
115 pervierten
116 nos roban
117 disfrutar
118 descendencia
119 whip
120 modelo
121 apetito carnal excesivo
122 glotonería
123 well, pool
124 arrogancia
125 covetousness
126 superfluo
127 flatter
128 ofendo
129 tengo que
130 la raza, la especie
131 banished
132 maquillaje
133 cosméticos
134 falsa
135 trash or manure heap
136 subterráneo
137 energía
138 ese otro
139 smoke
140 olor malo
141 soportar
142 linterna
143 sense
144 encanto
145 knocks me over
146 You’re sobbing
147 gravestone
148 apartada
149 invertiremos, quitaremos
150 lo ganado
151 iglesias y conventos
152 de la mañana
153 sombras
154 combinación
155 muriendo