Capítulo 8 - No me lo puedo creer
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Después, volvió a la residencia. Al entrar, observó que alguien había sacado la basura y que el arete ya no estaba en la mesilla. Respiró profundo y se repitió a sí misma que todo estaba bien y que no había ningún fantasma, ni espíritu, ni nada y que, sí había uno, le tocaría convivir con él porque ella no quería dormir en un carro.
Rocío pensó en usar la mañana para limpiar y ordenar la habitación. Puso su lista de canciones favoritas y cantó a gritos canciones de Carlos Vives, Fonseca, Sebastián Yatra, Shakira y Karol G. Poco después, el dormitorio y el baño quedaron impecables. Había lavado hasta la toalla del “fantasma”. Al cambiar la lista de música y poner un podcast de Diana Uribe, una historiadora que le encantaba, se dio cuenta de que tenía un mensaje de Paula.
‘¡¡Me muero de la emoción!! No sé qué tiene esta vieja que me encanta. Creo que me hace sentir toda la química del laboratorio con solo escucharla’.
Mientras se preparaba para la gran noche, Rocío recibió un mensaje de Daniel.
A las seis y cuarto de la tarde Rocío ya estaba en downtown. Le pareció muy chistoso encontrarse en pocas cuadras con varias personas conocidas. Estaba contenta porque ya tenía amigos. Hasta se cruzó con Daniel a quién invitó a desayunar al día siguiente en la residencia.
Rocío pidió la pizza, tal y como habían hablado por WhatsApp. Estaba nerviosa y miraba la puerta cada cinco segundos, pero Paula no llegaba. Se levantó al baño y, al salir, ella estaba esperándola con la pizza.
— Vi que esta pizza tenía tu nombre y que es de coliflor. Imaginé que era nuestra pizza. — Sí, esa es la nuestra. ¿Cómo estás?
— Estoy muy cansada porque no he dormido nada y lo peor es que después de comer debo volver al lab.
— Bueno, no se diga más. ¡A comer!! ¡Esto se ve delicioso!
Comieron, hablaron y se rieron hasta que cerró el restaurante. Salieron a caminar por downtown y, al pasar por el lugar donde Rocío se encontró con Daniel, recordó que al día siguiente temprano lo había invitado a desayunar. Paula vio la cara de tristeza de Rocío al pensar en la situación de su nuevo amigo y le dijo:
— De lunes a viernes prácticamente vivo en el laboratorio. Hasta tengo un colchón en mi oficina. ¿Por qué no le dices a Daniel que se quede a dormir en mi habitación? Seguro que a mi compañera no le importa.
— ¿De verdad harías eso por mí?
— ¡Pues claro! Y ahora, debo ir al lab. Me ha encantado cenar contigo y caminar de tu mano —dijo Paula, sonrojándose.
— Yo también debo ir a casa, mañana me levanto muy temprano. Disfruté mucho tu compañía. Gracias de nuevo por ofrecerle tu habitación a Daniel.
— My pleasure. Ya sabes que prácticamente vivo en el lab.
Al despedirse, Paula le arregló a Rocío uno de los rizos que le cubrían el ojo derecho. Con mucho cuidado lo llevó hacia detrás de la oreja. Rocío levantó la mirada y se dieron su primer beso.
A las seis de la mañana Rocío se levantó y se fue a casa de Lucía para hacer las famosas arepas paisas para Daniel, ya que su residencia no tenía cocina. Ella no era muy fan de las arepas porque en Bogotá no se comen, sino pan con tinto, es decir, café sin leche. Cuando se estaba vistiendo Rocío oyó ruidos en la puerta. ‘¿Otra vez el fantasma?’, pensó Rocío mientras bajaba el volumen del podcast que estaba escuchando y caminaba hacia la puerta. Sin embargo, alguien ya la estaba abriendo. Rocío no podía creer lo que veía y empezó a tartamudear:
— Pero ¿qué… qué… qué haces aquí?
— ¿Cómo que qué hago aquí? ¿Qué haces tú aquí? Vivo aquí.
— ¿Estás bromeando? Yo vivo aquí.
— ¡Upssss! Creo que voy a ser la roommate fantasma de la que tanto me has hablado. Perdón por dejar toallas húmedas, ya sabes que no tengo tiempo y que solo vengo a ducharme. — ¡No me lo puedo creer! Te perdono si te quedas a desayunar con Daniel y conmigo. Así de paso, lo conoces.
Paula acompañó a Rocío a casa de Lucía para preparar las arepas. Durante todo el tiempo no pararon de reír. Les parecía increíble que fueran roommates y que no hubieran coincidido ni una sola vez. A la vuelta, Daniel las estaba esperando en la puerta de su habitación. Desayunaron y pasaron casi toda la mañana compartiendo sus historias de vida. Paula se comprometió a hacerles empanadas y pastel de choclo al estilo chileno. Daniel dijo que se encargaría de la bandeja paisa si Rocío preparaba el famoso ajiaco santafereño que tanto le gustaba.