Contexto ideológico-político
materias primas: raw materials
obrero: industry worker
apoyo: support
fortalecimiento: strengthening
huelga: strike
así como: as well as
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Como hemos visto (§5.1), el siglo XX comenzó en muchos países latinoamericanos con una expansión económica exportadora de materias primas. Esto generó un considerable crecimiento urbano y aumento de las clases media y obrera. Algunos sectores de la élite comerciante favorecieron reformas políticas para obtener el apoyo de un sector más amplio de la población. Por otro lado, el activismo obrero y campesino tuvo particular influencia, no solo porque estaba conectado con el fortalecimiento mundial de movimientos de izquierda, sino porque cualquier huelga que afectara la infraestructura de las exportaciones tenía un impacto crucial en la economía de los países hispanoamericanos. Así, la movilización laboral propició procesos de redefinición de lo nacional. Los debates y las iniciativas que adelantaron las clases trabajadoras, así como la impresión de que el modelo europeo no era necesariamente superior, hicieron crecer el interés en manifestaciones locales y en visiones alternativas sobre el destino de las naciones.
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Esta redefinición de las identidades nacionales y de las artes respondía en parte a los cambios por los que atravesó Europa occidental en las primeras décadas del siglo. Hasta fines del siglo XIX, la cultura Occidental se imaginaba a sí misma como una fuerza civilizadora superior para el progreso y la concordia social, con avances técnicos que estaban transformando el transporte, la comunicación y la producción en masa. Pero los horrores de la Primera Guerra Mundial (1914-18) fueron un gran golpe para esta visión positivista y generaron desconfianza frente a la ciencia y al racionalismo. Ya desde antes, especialmente con Karl Marx (1818-1883), los principios del capitalismo y de la sociedad burguesa estaban fuertemente cuestionados. Estudiosos de la conciencia como Sigmund Freud (1856-1939) disputaban el imperio de la razón (la idea iluminista de que el hombre era un animal racional) y subrayaban la importancia de otros aspectos de la psique, que el padre del psicoanálisis demostró en los sueños y en los aspectos eróticos del inconsciente, como en su libro sobre La interpretación de los sueños (1900). En 1905 y 1915, Albert Einstein (1879-1955) dio a conocer sus teorías de la relatividad con las que integraba el tiempo a las tres dimensiones del espacio, generando una revisión total de cómo se concebía la realidad. Por otro lado, La decadencia de Occidente (1918-22), obra del filósofo alemán Oswald Spengler (1880-1936), postulaba el envejecimiento de la civilización europea y su necesidad de renovarse en contacto con otras culturas. La pesadilla de la Primera Guerra Mundial confirmaba estas tesis y puso además en crisis el valor de los proyectos expansionistas, colonialistas o imperiales. Todo ello contribuyó a un autoexamen radical de la cultura y de las artes occidentales.
En conexión con el activismo obrero y con esta revisión de la cultura, ciertos valores se hicieron prevalentes en el mundo intelectual y urbano: “estar en la vanguardia”, innovar, protestar, luchar por derechos, proclamar manifiestos, romper con la tradición, ser cosmopolita, sacudir la comodidad burguesa. Y la producción artística elaboró ese impacto de maneras muy visibles a través de movimientos que se agrupan bajo el nombre genérico de “la Vanguardia” (avant-garde), un término apropiadamente militar y militante que se puso de moda en Francia para indicar este deseo combativo de estar al frente de los cambios y participar en la transformación social.
Muchos grupos de artistas y poetas elaboraron sus manifiestos o se organizaron en movimientos. Famosos fueron, en Europa, el fovismo (1905), el cubismo (1907), el futurismo (1909), el dadaísmo (1916) y el surrealismo (1924). Cada uno de estos “-ismos” define sus propias prioridades estéticas, pero todos estaban animados por el entusiasmo de proponer nuevas posibilidades expresivas que acompañaran el rápido ritmo de los cambios socioculturales. En la estética vanguardista predomina:
- la experimentación con formas y posibilidades expresivas (romper normas, sentido lúdico);
- un nivel de activismo o emancipación en contra de lo tradicional o convencional;
- autodefinición: cada movimiento produce su propia definición de “qué es arte”;
- cuestionamiento del “yo” como unidad y de la autoridad como algo justo o deseable;
- y una indagación en los procesos de representación:
- buscan afectar y “chocar” al público (lector, espectador), son anti-sentimentales;
- mostrar cómo el medio (la palabra, la pintura, etc.) influye sobre lo representado, y
- mostrar cómo las relaciones sociales influyen sobre lo aceptable, bello o artístico.
Cuatro movimientos europeos de vanguardia que tuvieron amplia difusión en Hispanoamérica fueron:
El cubismo. En la etapa analítica (1907-12) buscó mostrar el objeto desde diversas perspectivas, para explorar los límites del realismo, fragmentando y recomponiendo la imagen con cuadros en los que predominaba una visión geométrica. En la etapa sintética (1913-30), las formas se simplificaron; se usaron colores más vivos y el objeto recreado se volvió más abstracto. Un famoso exponente del cubismo fue el español Pablo Picasso (1881-1973), antes miembro del grupo fovista[1].
El futurismo. En 1909 apareció en Italia el “Manifiesto Futurista” que imitaba el activismo político para defender una corriente artística en contra del tradicionalismo y en celebración de la modernización, la velocidad, la tecnología, la violencia, la juventud y la industria. Fue un movimiento de la literatura y de las artes plásticas lanzado por Filippo Tomasso Marinetti (1876-1944). Se buscaba retratar el carácter dinámico del siglo XX glorificando la guerra, el peligro, las máquinas. En literatura se defendía la imaginación libre, la ruptura de la sintaxis, la subversión de signos ortográficos, el empleo de tintas de diversos colores, la disposición desordenada de letras, palabras y versos. En 1918 el “Partido Político Futurista” se unió al fascismo de Mussolini.
El expresionismo. Ya desde los primeros años del siglo XX, varios artistas alemanes y del norte de Europa occidental buscaron representar el dolor y la violencia antes y después de las guerras mundiales, explorando la percepción subjetiva para evocar ideas y estados de ánimo e innovar en posibilidades creativas. Su estética enfatiza la libertad individual, la expresión emocional, el irracionalismo y temas impactantes o tabú como lo morboso, demoníaco, fantástico o sexual. En varias de estas características se asemeja al fovismo francés[1].
El surrealismo. Como movimiento, se fundó a partir de un manifiesto impulsado en 1924 por el francés André Breton (1896-1966). El nombre proviene de una obra del poeta Guillaume Apollinaire (1880-1918), fuerte crítico de la Guerra Mundial, subtitulada por él "drama surrealista" (Les mamelles de Tiresias, 1917). Influenciados por los descubrimientos del psicoanálisis, los surrealistas están especialmente interesados en la libre asociación, los sueños, la vida interior, la comprensión alternativa de la realidad y la percepción mitológica del mundo (arquetipos). Los pintores españoles Salvador Dalí (1904-1989) y Joan Miró (1893-1983), y el director Luis Buñuel (1900-1983), son algunos de sus representantes más influyentes. En América Latina, el surrealismo tuvo vida propia, enriquecido con las fuentes culturales indígenas y africanas. En la pintura del cubano Wilfredo Lam (1902-1982) y de la mexicana Frida Kahlo (1907-1954), se encuentra este tipo de surrealismo latinoamericano o “poscolonial” que, al llevar más lejos las implicaciones del movimiento europeo, rompe con él y afirma la fuerza creadora de fuentes culturales antes menospreciadas.
De todos estos movimientos, el que tuvo un impacto más duradero en la literatura del siglo XX en general, y del mundo hispánico en particular, fue el surrealismo. Esto se explica, en parte, porque es menos restrictivo en términos de sus postulados formales: está más interesado en investigar un tipo de experiencia que en imponer un modo específico de representarla. También articula en su estética las tres críticas básicas a las sociedades modernas: 1) la injusticia y violencia social; 2) el racionalismo; y 3) el eurocentrismo o colonialismo. Además, explora la parte de la experiencia humana que más concierne a la producción artística y literaria como se entiende en la era contemporánea: la subjetividad, la consciencia, la identidad. Lo más influyente es su concepción de la obra, no como expresión de las emociones ni del yo autorial racional, sino como espacio de experimentación y descubrimiento, en el que se manifiestan otras fuerzas (el inconsciente, los arquetipos culturales, la mecánica del lenguaje). Entre los muchos nombres que podrían mencionarse en el cultivo de un surrealismo latinoamericano, destacan el pintor cubano Wilfredo Lam (1902-1982), el novelista guatemalteco Miguel Ángel Asturias (1899-1974), la narradora chilena María Luisa Bombal (1910-1980), y los pintores mexicanos Frida Kahlo (1907-1954) y Rufino Tamayo (1899-1991). Este último también se asocia con la estética expresionista, con la cual se destacaron los artistas Débora Arango (Colombia 1907-2005) y Oswaldo Guayasamín (Ecuador 1919-1999), entre muchos otros.

Detalle de un mural del ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, muestra del arte muralista que se desarrolló desde los años 1920 a partir de la revolución mexicana y se extendió por Hispanoamérica con una estética vanguardista mixta.
H3kt0r, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons
[1] El fovismo o fauvisme (1905) había enfatizado la intensidad emocional a través de la distorsión de las formas y del uso disonante de los colores. Su exponente más destacado fue Henri Matisse (1869-1954).
Poesía hispanoamericana de vanguardia
Las poéticas inmediatamente posteriores al Modernismo pueden agruparse en dos direcciones. La primera, conocida como posmodernismo hispanoamericano, enfatiza la simplificación formal y las imágenes accesibles con un espíritu localista; la segunda, de tipo vanguardista, radicaliza la exploración sobre el lugar crítico del arte en las sociedades modernas con una intensa experimentación formal y un espíritu cosmopolita.
Mucha parte de la intelectualidad latinoamericana participó en el proceso de auto-revisión estética y cultural de la primera mitad del siglo XX en Occidente. Al entusiasmo renovador de España, con el gobierno de la Segunda República (1931-39), por ejemplo, contribuyeron importantes poetas hispanoamericanos como Pablo Neruda y César Vallejo. Para dar otro ejemplo, el surrealismo mexicano tuvo tanta vitalidad como el parisino, con creadores de fama mundial como la pintora Frida Kahlo, el cineasta Luis Buñuel (que vivió en México desde 1949) y el poeta Octavio Paz (1914-1998). Si para difundir estas ideas se crearon revistas, para defenderlas se escribieron y divulgaron múltiples manifiestos. En la mayoría de los casos, sin embargo, no se siguió estrictamente la normatividad de los “-ismos”, sino que se adoptó su espíritu renovador y experimental para romper moldes convencionales y abrir caminos fructíferos a la poesía: la importancia de estudiar el arte no europeo que habían fomentado cubistas y fovistas, la introducción del lenguaje tecnológico que defendieron los futuristas, y el valor revolucionario o liberador de la creatividad no-consciente que vigorizaron los surrealistas, entre otras direcciones.
En 1914, el poeta chileno Vicente Huidobro presentó en Santiago su manifiesto poético “Non serviam”, donde elaboró las bases del movimiento que después llamó creacionismo y que consistía en concebir la poesía como creación de la realidad, no como representación de ella. Sus propuestas se hicieron más radicales cuando, con vanguardistas de París, colaboró en la revista Nord-Sud (1917-18). Obras suyas de esta época, como "Paisaje", experimentan con la dimensión visual del poema para ampliar sus posibilidades de representación y sugerencia de significados múltiples:

En 1918, en Madrid, Huidobro contribuyó a fundar el ultraísmo, movimiento al cual se unió también el argentino Jorge Luis Borges (1899-1986) que vivía en España por esos años. Al regresar a Argentina, Borges y otros jóvenes escritores difundieron el ultraísmo con la premisa de eliminar la ornamentación (modernista) y reducir la poesía a sus elementos fundamentales: la imagen, la tipografía, la innovación lingüística. El movimiento también quería captar la modernización a través de neologismos, referencias a los avances técnicos, la parodia y la incorporación de experiencias regionales. Borges renunció después a este tipo de estética a favor de la meditación filosófica y el diálogo con la cultura universal.
El vanguardismo latinoamericano se difundió especialmente a través de revistas literarias que fomentaban la polémica y celebraban la innovación llamativa. En Argentina sobresalen Prisma (1921), Proa (1922-25), Martín Fierro (1924-27) y, pocos años después, Sur, fundada por la escritora Victoria Ocampo (1890-1979); en Cuba, la Revista de Avance (1927-30); en Perú, Amauta (1926-30), fundada por el pensador marxista e indigenista José Carlos Mariátegui (1894-1930). Por esos años también apareció en México el estridentismo (c. 1922), con una estética influida por el futurismo, cuyo exponente más destacado fue el poeta Manuel Maples Arce (1898-1981). Poco después se formó el grupo de los "contemporáneos" reunido en torno a dos importantes revistas: Ulises (1927-28) y Contemporáneos (1928-31). Entre ellos sobresalen Carlos Pellicer (1897-1977), José Gorostiza (1901-73), Jaime Torres Bodet (1902-74), Xavier Villaurrutia (1903-50) y Salvador Novo (1904-1974), varios de los cuales fueron también dramaturgos. Este grupo incorporó el impulso vanguardista proponiendo direcciones sugerentes para el diálogo entre la poesía, las otras artes, la psique y la sociedad.
En los inicios del vanguardismo poético en Hispanoamérica sobresalen el modernista mexicano José Juan Tablada (1871-1945), que introdujo la plasticidad del hai-kú japonés; los argentinos Silvina Ocampo (1903-1993), Norah Lange (1905-1972) y Oliverio Girondo (1891-1967), que exploraron conceptos cubistas y posibilidades surrealistas en una poesía cosmopolita y autoconsciente; Vicente Huidobro (1893-1948), el teórico y defensor más constante del creacionismo, los poemas visuales y la búsqueda radical –de vida y de estética– que representan los movimientos de vanguardia en el mundo; y el peruano César Vallejo (1892-1938), cuya variada obra, que conecta la combatividad vanguardista con las aspiraciones del proletariado de una manera profundamente personal y sugestiva, sigue teniendo hasta hoy una honda influencia en la producción poética latinoamericana (y mundial). Los movimientos negrista e indigenista incorporan también las estéticas de vanguardia en sus propuestas.