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Humanities LibreTexts

4.4: Segunda mitad del siglo XIX español

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    En la segunda mitad del siglo XIX, España vive un péndulo entre mantener su ideal imperial y monárquico (por ejemplo protegiendo sus posesiones en África y El Caribe) y desarrollar una economía capitalista con sistemas de gobierno más democráticos. La narrativa, la pintura y otras artes van distanciándose de las pasiones románticas y buscan una representación menos sentimental de la experiencia cotidiana, en una estética que se conoce como "realismo", también practicada en otras partes de Europa y América. Parte de la pintura y la narrativa realistas dirigen su atención a la historia pasada o contemporánea, procurando ofrecer una dimensión de observación o análisis social. Esta pintura del catalán Mariano Fortuny representa las guerras (y victorias) del ejército español en el norte de África, mas el estilo ofrece una visión analítica, tanto de los victoriosos como de los vencidos y de los efectos sociales de la guerra misma.

    Tetuan-FORTUNY-1864-Detalle.jpg
    Detalle de La batalla de Tetuán (África), 1864, de Marià Fortuny (1838-1874).
    Marià Fortuny Marsal, Public domain, via Wikimedia Commons

    Vida sociopolítica

    por un lado: on one hand
    ejército: army
    implantar: to institute, to implement
    sexenio: six-year period

    tras: after
    arreglo: compromise
    paulatino: gradual

    En la segunda mitad del siglo XIX dos clases dominantes se disputaron el poder político español con dos proyectos de nación en conflicto. Por un lado, estaba la clase aristocrática, basada en un sistema agrícola tradicional y colonialista, con el apoyo de la Iglesia, el control militar, y una ideología monárquica y conservadora centrada en Castilla. Por otro lado, estaba la emergente clase burguesa mayormente liberal y ur­bana, basada en el comercio y una in­dus­tria in­ci­pien­te, que tuvo una importante expansión en los años 1850 y 60.

    Para 1868, el sis­te­ma mo­nár­qui­co colapsa en medio de saqueos y revueltas. Ante la sublevación del ejército, la reina Isabel II sale al exilio, y se implantan medidas típicamente liberales como la separación de la Iglesia y el Estado, el matrimonio civil, el voto popular y la libertad de expresión, industria y comercio. Este periodo se conoce como el "sexenio democrático", pues durante seis años se probaron diversos modelos de república (monarquía parlamentaria, república federal, dictadura unitaria). Para 1875, sin embargo, esta primera república se disolvió, y el ejército optó por restaurar la monarquía.

    La reina Isabel II decidió abdicar en favor de su hijo, Alfonso XII, un figura más conciliadora. Así, tras casi una dé­cada de tensiones sociopolíticas, la cons­ti­tución de 1875 permitió un arreglo entre las dos cla­ses dominantes organizadas en los par­ti­dos con­ser­va­dor y li­beral, aunque la co­rona man­te­nía mucha parte del poder ejecutivo. Con reformas moderadas y un sistema par­la­men­ta­rio similar al inglés, este nuevo gobierno logró dos décadas de estabilidad que se co­nocen co­mo “la Res­tauración”. Sin embargo, la gran disparidad económica entre clases con­tinuó ge­ne­ran­do tensiones en las que un pro­le­ta­riado activista, resultante del paulatino de­sa­rrollo in­dus­trial, se convertiría en una ter­cera fuerza política a comienzos del siglo XX.


    La estética realista y naturalista

    secular: non religious
    provechoso: useful, profitable
    encomendar: to comment, to entrust
    entorno: environment, surroundings

    El desarrollo capitalista (la Revolución Industrial) en Europa generó sociedades seculares que pri­vilegiaban la razón científica y el conocimiento basado en la observación y los datos em­­pí­ri­cos (el positivismo). En el campo de las artes, la manifestación de esta tendencia se tra­du­ce en una estética de la observación y el realismo: estudiar y representar de manera creíble escenas sociales, actitudes y conflictos “típicos” de tiempos y lugares particulares. En lugar del interés romántico por el misterio y la metafísica, el realismo adopta la percepción he­ge­mó­ni­ca, asociada con el pragmatismo burgués, de que es “real” lo observable y provechoso. Hacia fines del siglo, una corriente literaria liderada por el novelista francés Emile Zola –el na­tu­ralismo– lleva la estética realista a un nivel más radicalmente “científico”, al encomendar a la literatura una misión de diagnóstico y posible remedio de los males sociales a través de la descripción minuciosa del entorno y de su impacto en el comportamiento humano.

    Enre las características que se asocian con la estética realista pueden destacarse la siguientes:

    1)  Gusto por la descripción detallada y la presentación de causas y consecuencias.
    2)  Anhelo de "retratar", sin exceso de expresiones emotivas, los modos de vida y entornos geográficos.
    3)  Amplio uso de ejemplos para explorar diferentes perfiles de lo representado.
    4)  Gusto por lo cotidiano y por los temas sociales, considerando las relaciones entre el individuo y su entorno social.
    5)  Valoración de lo empírico, lo observable a través de los sentidos.

    En España, el realismo tuvo una difusión amplia en narrativa, pintura y teatro durante la segunda mitad del siglo XIX. La expansión económica hizo florecer una in­dus­tria editorial con pu­bli­ca­ciones en serie que logró su éxito comercial con narraciones episódicas accesibles y atrac­ti­vas para un público amplio. En la época de la Restauración (1875-1898), la novela realista se desarrolló a una escala sin precedentes, con reconocidos autores como Juan Valera (1821-1905), Benito Pérez Galdós (1843-1920), Emilia Pardo Bazán (1851-1921) y Leopoldo Alas, “Clarín” (1852-1901). Esta ri­ca novelística representa situaciones sociales de la vida rural y urbana de diversas partes del país, con particular atención a la vida cotidiana de la gente común. En la pintura, el dinero proveniente del comercio y la industria permitió financiar proyectos de retratos, paisajes y escenas históricas. Algunos pintores de prestigio fueron Ramón Martí Alsina (1826-1894). Eduardo Rosales (1836-1873) y Mariano Fortuny (1838-1874).

    Con similar base en la mayor capacidad adquisitiva de un sector de la población, el dra­ma realista fue rico y abundante en la segunda mitad del siglo XIX español. La ansiedad de la alta bur­guesía sobre su estabilidad política y económica se llevó al debate público en una do­cu­men­tación teatral de la vida social. Muchas obras se desarrollan en oficinas y salones donde los personajes se cuentan confidencias, detallan las vidas y amores de la élite, o debaten a­sun­tos del momento como el divorcio, la educación, la ciencia y la rebelión. Aunque más co­no­ci­do por su obra narrativa, Benito Pérez Galdós fue uno de los dramaturgos realistas más in­flu­yen­tes de la época, en constante contrapunto con el teatro (neo)romántico, también muy po­pu­lar, que cultivaron escritores como José Echegaray (1832-1916), primer español en recibir el pre­mio Nobel de literatura (1904), por “mantener viva la gran tradición del drama his­pá­nico”.

    En poesía, el realismo tuvo poco espacio. Fuertemente asociado con el Romanticismo, a los ojos de muchos autores de la época el género lírico parecía fuera de lugar en la era de la ciencia y el progreso. Pero el éxito de la narrativa realista influyó en que varios poetas adoptaran un lenguaje más directo, una emotividad mesurada, y una dimensión de observación o análisis social. Parte de la poesía del in­te­lectual conservador Ramón de Campoamor (1817-1901) recoge la intención de representar la experiencia con menos emo­ti­vi­dad que el Romanticismo. Elabora una lírica más cercana a la observación racional, buscando “llegar al arte por la idea y expresar ésta en el lenguaje co­mún, revolucionando el fondo y la forma de la poesía”, como propone el mismo Campoamor en su Poética (1883). Parte de su obra expresa la ética pragmática, sensata e ingeniosa de la clase media burguesa. Su creación más aclamada son sus poemas breves, que él llama Humoradas, Doloras y Pequeños poemas, de un estilo en diálogo con el momento, prosaico, ingenioso, escéptico, secular y en algunos casos irónico, sin intenciones metafísicas. El siguiente "pequeño poema", titulado "El tren expreso" (1872) retrata bien la ruptura del realismo con la sentimentalidad romántica y el gusto por expresar el pensamiento trivial o cotidiano en una era de desarrollo tecnológico:

    Habiéndome robado el albedrío
    un amor tan infausto como el mío,
    ya recobrados la razón y el seso,
    volvía de París en tren expreso.
    Having lost my free will
    to a love as unfortunate as mine,
    once I recovered my reason and my mind,
    I returned from Paris on the express train.

    Estética romántica vs. realista

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    Fuentes


    • Blanco Aguinaga, Carlos, et al. Historia social de la literatura española. Akal, 2000.
    • Carr, R. Spain 1808-1936. Oxford: Clarendon Press, 1982.
    • Davies, Catherine, ed. The Companion to Hispanic Studies. Oxford University Press, 2002.
    • Flitter, D. Spanish Romantic theory and criticism. Cambridge: Cambridge University Press, 1992.
    • García de Cortázar, Fernando y José Manuel González Vesga. Breve historia de España. Alianza Editorial, 2017.
    • Gies, David, ed. The Cambridge History of Spanish Literature. 2nd ed. Cambridge: Cambridge U P, 2009.
    • Kattán Ibarra, Juan. Perspectivas culturales de España. NTC Publishing, 1990.

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