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4.2: Las independencias nacionales en Hispanoamérica

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    151025
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    La época conocida como "Emancipación" o de las independencias nacionales en Hispanoamérica comienza alrededor de 1780 con las famosas rebeliones de comuneros y la de Túpac Amaru, y puede decirse que termina hacia 1821, cuando se declara definitamente la independencia de Perú y del Imperio Mexicano. Durante estas décadas, todos los territorios continentales de España en América, desde lo que hoy es México hasta Argentina, se independizan de Madrid y comienzan a formar estados nacionales. Ambas fechas son aproximadas, pues en muchos países continuaron guerras y rebeliones a favor de las fuerzas españolas hasta los años 1830. Los territorios caribeños de Cuba y Puerto Rico continuaron siendo parte de España hasta 1898.

    La batalla de Ayacucho, por Martín Tovar (1827-1902)
    "La batalla de Ayacucho", por Martín Tovar (1827-1902).

    Los procesos de independencia

    A comienzos del siglo XIX, las tensiones políticas en los territorios españoles de América eran explosivas. Era evidente la rivalidad entre los criollos y los peninsulares que representaban a la Corona en América (llamados despectivamente"chapetones" o "gachupines"). Las desigualdades e injusticias de las sociedades americanas también exacerbaron las tensiones sociales. En consecuencia, el triunfo de la Revolución Francesa y el nuevo gobierno de Napoleón Bonaparte detonaron, sin quererlo, los procesos de independencia en el continente hispanoamericano. Cuando Napoleón se apodera de la monarquía española (1808-13), muchos criollos de­cla­ran su autonomía de la Península y, después de sangrientas guerras que duraron hasta 1825, se independiza la mayoría de los nuevos países hispanoamericanos (con excepción de Cuba y Puerto Rico, que no se se­pa­ra­ron de España hasta 1898). La élite criolla que lideró estas luchas y que quedó a cargo de los nuevos go­bie­rnos, buscó crear repúblicas al estilo del iluminismo francés o anglosajón.

    En la ausencia de un monarca legítimo desde 1808, las colonias hispanoamericanas tenían que decidir a quién obedecer, y esto sacó a flote las tensiones sociales existentes. Para 1811, Buenos Aries, Bogotá y Caracas habían declarado gobiernos autónomos en reemplazo del rey cautivo por Napoleón.

    En México, el padre Miguel Hidalgo lideró una rebelión desde la población norteña de Dolores el 16 de septiembre de 1810. El rumor se extendió, y cerca de ochenta mil indígenas y mestizos, bajo la imagen de la Virgen de Guadalupe, se levantaron para luchar por la libertad del país, con el objetivo de mejorar su precaria situación social. Esto produjo un endurecimiento de la élite criolla, que permaneció fiel a España hasta 1821. Algo similar había ocurrido en Perú: tras el levantamiento de Tupac Amaru II, los criollos se habían aliado con el gobierno colonial, y sólo en 1824 se declaró la independencia, lograda por dos ejércitos que venían de fuera.

    Las guerras por la independencia de España duraron casi quince años en Suramérica, dirigidas desde el norte por el venezolano Simón Bolívar, y desde el sur por el argentino José de San Martín, por eso llamados los "Libertadores". Después de difíciles y heroicas campañas de generales criollos al mando de soldados indígenas y mestizos, los ejércitos de Bolívar y de San Martín se encontraron en Lima y declararon la independencia definitiva de las colonias continentales españolas. Paradójicamente, las élites suramericanas decidieron aceptar la independencia para evitar las reformas liberales que comenzaron en España en 1820 y que ponían en peligro los privilegios de los criollos. Así, la independencia política no implicó una reforma social profunda sino, en general, una manera de continuar la dominación de la élite local. Esta fue una de las razones por las cuales no fue posible unificar las naciones de Centro y Suramérica, porque los criollos estaban acostumbrados a imponer su autoridad local casi como señores feudales y no había una tradición democrática arraigada.

    Los desastres de la violencia no terminaron en 1824. Guerras de separación entre las nuevas naciones, conflictos entre partidos políticos e intereses locales, grupos de mestizos que reclamaban privilegios gracias a su nuevo estatus militar, y sectores indígenas y afrodescendientes que buscaban un lugar en la nueva configuración del poder, fueron la constante causa de violencia e inestabilidad política durante casi todo el siglo XIX en Hispanoamérica. Las fricciones entre liberales (comerciantes) y conservadores (hacendados) eran comunes, las regiones rivalizaban por el dominio del gobierno central y, en suma, muchos conflictos sociales de la colonia permanecieron sin solución, creando un ambiente social volátil. Los cuatro virreinatos españoles se transformaron, en pocas décadas, en dieciocho países soberanos, muchos de ellos con repetidas guerras civiles. No es sorprendente que, poco antes de morir en 1830 y después de ver la división de su anhelada Gran Colombia en tres países diferentes, Simón Bolívar afirmara: "América es ingobernable. Los que hemos servido a la revolución hemos arado en el mar" (Winn 83).


    Heroísmo y romanticismo

    El ideal moderno de libertad política y personal, con fuertes emociones nacionalistas o patrió­ti­cas, fue una nota predominante del romanticismo americano, que busca en­fa­tizar lo emotivo en la esfera artística.

    Un poeta influyente de este periodo fue el ecuatoriano José Joaquín Olmedo (Guayaquil 1780-1847), quien contribuyó mucho a los procesos de independencia en Suramérica. Una de sus am­bi­ciones poéticas fue cantar la épica de las batallas revolucionarias, especialmente en “La victoria de Junín” (1825), que busca construir un héroe neoclásico presentando a Simón Bolívar como “el hijo de Colombia y Marte” (Dios de la guerra en la mitología clásica, v. 112), pero también es una estética llena de patriotismo romántico:

    Vimos que al desplegarse
    del Perú y de Colombia las banderas,
    se turban las legiones altaneras,
    huye el fiero español despavorido,
    o pide paz rendido.
    Venció Bolívar, el Perú fue libre,
    y en triunfal pompa Libertad sagrada
    en el templo del Sol fue colocada.

    (v. 41-48)
    We saw that, when the flags
    from Perú and Colombia were unfolded,
    the arrogant legions fear,
    the furious Spaniard flees in panic
    or, defeated, begs for peace.
    Bolívar won, Perú got free,
    and holy Freedom, with triumphant pomp,
    was placed in the temple of the Sun.

    Hay en este poema un espíritu didáctico que utiliza formas pasadas de moda en Eu­ro­pa, pero que res­ponden al esfuerzo de estos poetas por demostrar su conocimiento de los clásicos, y al mis­mo tiempo ex­pre­san una pasión romántica nacionalista y libertaria que va más allá del racionalismo neoclásico.

    Otros artistas y escritores buscan elaborar un "yo" americano y propio, incorporando formas no hispánicas de sus regiones. Por ejemplo, como se mencionó en un capítulo anterior, el peruano Mariano Melgar (1791-1815), quien tenía sangre indígena, escribió poemas basados en el yaraví, un gé­nero lírico y amoroso de origen quechua, como este:

    Vuelve, que ya no puedo
    vivir sin tus cariños.
    Vuelve, mi palomita,
    vuelve a tu dulce nido.
    Mira que hay cazadores
    que, con afán maligno,
    te pondrán en sus redes
    mortales atractivos;
    y cuando te hayan preso
    te darán cruel martirio.

    (v. 1-14)
    Come back, for I can’t
    live without your loving anymore.
    Come back, little dove,
    return to your sweet nest.
    Watch out, for there are hunters
    who, with malign intentions,
    will place in their nets
    mortal baits for you
    and, after putting you in prison,
    they will cruelly torture you

    Con sensibilidad romántica por el sentimiento individual y por la búsqueda de lo típico o lo folclórico así como por su libertad formal, este poema se sale de las clasificaciones estéticas de Europa, y podría con­si­de­rar­se como un precursor del indigenismo. Nótese el doble nivel de significado, al mismo tiempo hablando de una relación personal y de la situación social opresiva en que viven el hablante y su amada.

    Un tercer ejemplo de esta sensibilidad romántica en relación con la emancipación política es la poesía de José María Heredia (Cuba, 1803 - México, 1839), quien luchó sin éxito por la in­de­pen­den­cia de Cuba y fue por eso exiliado, representa el ascenso progresivo del romanticismo. En sus primeros po­e­mas, la pasión por la justicia y la libertad están equilibradas con notas didácticas y racionalizaciones pro­pias del neoclasicismo que aprendió en su larga educación. Sin embargo, también fue traductor de fa­mo­sos poemas románticos de Chateaubriand y de Byron, y su propia poesía posterior desarrolla un yo poético muy apasionado, centrado en la nostalgia y la idealización de su tierra natal. Así se evidencia en su famosa oda al “Niágara” (1825):

    Nunca tanto sentí como este día
    mi mísero aislamiento, mi abandono,
    mi lamentable desamor... ¿Podría
    un alma apasionada y borrascosa
    sin amor ser feliz…? ¡Oh! ¡Si una hermosa
    digna de mí me amase
    y de este abismo al borde turbulento
    mi vago pensamiento
    y mi andar solitario acompañase!
    ¡Cuál gozara al mirar su faz cubrirse
    de leve palidez, y ser más bella
    en su dulce terror, y sonreírse
    al sostenerla en mis amantes brazos….!
    ¡Delirios de virtud…! ¡Ay!, desterrado,
    sin patria, sin amores,
    solo miro ante mí llanto y dolores.

    (v. 113-128)
    Never like today I felt
    my sad isolation and loneliness,
    my regrettable lack of love…
    Could a passionate and turbulent soul
    be happy without love? … O, if a beautiful lady,
    worthy of me, could love me
    and accompany my vagrant thoughts
    and my lonely wandering in this abyss,
    turbulent edge!
    How would I enjoy her face become
    softly pallid in watching this, become more beautiful
    when sweetly scared, and then smiling
    while I support her in my loving arms! …
    Illusions of virtue!...Alas! Exiled,
    homeless, loveless,
    all I see before me is weeping and pain!

    Esta estrofa está cargada de emoción y completamente centrada en un yo alrededor del cual gira el mundo: para él está el Niágara, para él debería estar su amante (¡“digna de mí”!), y para alimentar su sensibilidad e inspiración están la ausencia y la soledad, la nostalgia y el pensamiento vago, e incluso el exilio y el anhelo de una patria. Hay un cierto barroquismo en este ambiente oscuro, apasionado, melancólico, y una fascinación con la subjetividad compleja, con el de­seo individual insatisfecho. Aquí lo bello es lo triste, lo intenso. Buen ejemplo de la sensibilidad romántica decimonónica (del siglo XIX).

    Es así como la producción cultural de comienzos del siglo XIX en Hispanoamérica va configurando un espacio de autonomía frente a Europa, pero de plena pertenencia a la tradición occidental. La aventura de configurar nuevas naciones en medio de fuerzas en conflicto apenas comenzaba. Así lo escribió Bolívar en su "Carta de Jamaica" (1815), un ensayo clásico de este periodo:

    Es difícil presentir la suerte futura del Nuevo Mundo, establecer principios sobre su política, o profetizar la naturaleza del gobierno que llegará a adoptar. [...] Nosotros somos un pequeño género humano; habitamos un mundo aparte, cercado por dilatados mares. Somos nuevos en casi todas las artes y ciencias, aunque en cierto modo viejos en los usos de la sociedad civil. [...] Apenas conservamos vestigios de lo que en otro tiempo fue, y no somos indios ni europeos, sino una especie mezcla entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles. En suma, somos americanos por nacimiento, mas obtenemos los derechos de Europa. Derechos que, sin embargo, tenemos que disputar y al mismo tiempo luchar contra los invasores. Así que nos hallamos en el caso más extraordinario y complicado. It is difficult to foresee the future fate of the New World, to set down its political principles, or to prophesy what manner of government it will eventually adopt. […] We scarcely retain a vestige of what once was, and we are neither Indian nor European, but a species midway between the legitimate owners of this lands and the Spanish usurpers. In short, we are Americans by birth, but we derive our rights from Europe. However, we have to assert these rights, and at the same time we must defend ourselves against the invaders. This places us in a most extraordinary and complex situation.

    Estética neoclásica vs. romántica

    neclasicismo vs. romanticismo


    Fuentes


    • Blanco Aguinaga, Carlos, et al. Historia social de la literatura española. Akal, 2000.
    • Bolívar, Simón. “Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla (Henry Cullen)”. Jamaica, 1815.
    • Carr, R. Spain 1808-1936. Oxford: Clarendon Press, 1982.
    • Davies, Catherine, ed. The Companion to Hispanic Studies. Oxford University Press, 2002.
    • Franco, Jean. Historia de la literatura hispanoamericana. Barcelona: Ariel, 1983.
    • Heredia, José María. “Niágara” 1825. Poesías. La Habana: Consejo Nacional de Cultura, 1965.
    • Melgar, Mariano. “Vuelve que ya no puedo”. http://es.wikisource.org/wiki/Vuelve_que_ya_no_puedo.
    • ---. “El cantero y el asno”. http://es.wikipedia.org/wiki/El_cantero_y_el_asno.
    • Olmedo, José Joaquín de. “La victoria de Junín: Canto a Bolívar”. 1825. Biblioteca virtual Cervantes. http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/13549441090132052976613/index.htm.
    • Winn, Peter. Americas: The Changing Face of Latin America and the Caribbean. 4th ed. Berkeley: U of California, 2005.

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