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3.2: El siglo XVIII en España

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    Para fines del siglo XVII, España había perdido su hegemonía política y militar en Europa por la in­fla­ción, las ten­siones internas, los errores tácticos y el complicado aparato administrativo, entre otros fac­to­res. Mientras el capitalismo ascendía en nuevas potencias como Francia e Inglaterra, el imperio español utilizaba las riquezas que traía de sus colonias para la guerra y para consumir pro­duc­tos importados, no para de­sa­rro­llar la industria local. El reino tenía además inmensas deudas con ban­queros de otros países euro­pe­os, lo cual afec­ta­ba su política interna y externa. Así que, en debate con la mentalidad mercantilista barroca que se resistía a los nuevos vientos de la industrialización racionalista, el siglo XVIII fue para España un periodo caracterizado por el esfuerzo de incorporar y ponerse al día con el nuevo sistema económico e ideológico del resto de Europa occidental.

    Alegoría de la industria
    "Alegoría de la industria", de Francisco de Goya (1746-1828).

    Vida política y cultural

    “Sin reglas del arte, el que en algo acierta es por casualidad".
              –Tomás de Iriarte(1750-1791), en Fábulas literarias, VII (1782).
    Without rules in art, no one can get it right but by chance

    alcance: extent

    hasta: even

    proveniente: originated

    recelo: suspicion

     

    El sistema sociopolítico bajo los reinos de España y Portugal limitó el alcance de la Ilustración en la península Ibérica y en Iberoamérica. En estas regiones dominaban el absolutismo monárquico, el poder de la Iglesia católica, la economía agro-minera y la jerarquía socioeconómica, ma­ni­fes­ta­cio­nes fundamentalmente contrarias a las tendencias liberales del Iluminismo. La clase media o bur­gue­sa era mucho menos numerosa, rica e influyente que en Francia o en Inglaterra. Ade­más, estas dos na­ciones, en las que floreció la Edad de la Razón, eran competidoras y hasta enemigas del imperio es­pañol, por lo que las ideas provenientes de allí eran miradas con recelo en los círculos de poder ibé­ricos. Sin embargo, durante el siglo XVIII hubo reformas políticas para racionalizar mo­nar­quía, y el ilu­minismo francés se hizo sentir, no sin profundas ambigüedades, especialmente entre los oficiales edu­cados de la península y de las colonias.

    En 1700 empieza a reinar en España Felipe V, de la poderosa dinastía francesa de los Borbones (a la que todavía hoy pertenece el rey Juan Carlos). Felipe había sido nombrado sucesor por su tío, el rey Carlos II, de la dinastía de Habsburgo, quien no tenía herederos y esperaba complacer al rey Luis XIV de Francia –abuelo de Felipe– para evitar la división del imperio español. Por esta razón el siglo XVIII se inicia en España con la Guerra de Sucesión (1700-13), entre los partidarios de los Habs­bur­go y los de los Borbones, que tiene como resultado la pérdida de los territorios españoles en di­ver­sas partes de Europa. Los Borbones se imponen y enfatizan el centralismo autoritario. Felipe V reina has­ta 1746, lo sucede su hijo Fernando VI hasta 1759, a este su hermano Carlos III hasta 1778, y fi­nal­mente Carlos IV, quien entregó el poder a Napoleón en 1808. La administración de los reyes Bor­bo­nes se caracterizó por reformas económicas y políticas con el espíritu del “despotismo ilustrado”, es decir, la justificación del autoritarismo monárquico para administrar el país de manera eficiente y racional (al estilo iluminista), aunque centralista y despótica. Los intelectuales ganan prestigio en la corte, se establecen nuevas instituciones de ciencias, y se intenta desarrollar la economía de manera estratégica y centralizada. Sin embargo, la corona continúa perdiendo poder ante otras potencias con mayor desarrollo capitalista.

     

    vocablo: term

     

    tertulia: literary gathering

    fonda: restaurant

    asunto: issue, topic

     

    farsa: farce, a comic drama using buffoonery.

    La vida intelectual española sigue en el siglo XVIII las tendencias francesa e inglesa, aunque de manera contradictoria y con toques propios. En nombre de la claridad y el autoritarismo racional se establecen instituciones típicamente neoclásicas, las Academias Reales, que buscan regular la his­to­ria, las leyes y las artes. En 1713 se funda la Real Academia Española de la Lengua para “fijar las vo­ces y vocablos de la lengua española en su mayor propiedad, elegancia y pureza”, favoreciendo la nor­­matividad, primero en el idioma, pero luego también en la producción literaria. De manera si­mi­lar, la literatura si­gue modelos neoclásicos franceses, buscando someter la imaginación a normas ra­cio­nales, con cla­ri­dad y orden. Pero las versiones españolas de estos esfuerzos mantienen cierta dis­tan­cia irónica frente al racionalismo, secularismo y fe en el progreso típicos del Siglo de las Luces. Otra costumbre ilu­­minista, la de los cafés ingleses y salones literarios franceses, se traduce en la muy es­pañola tra­di­ción de las “tertulias”, reuniones de intelectuales en fondas y cafés para debatir los asun­tos del mo­men­to así como las obras de autores clásicos y contemporáneos.

    En el teatro, Leandro Fernández de Moratín (1760-1828) adapta las obras de Molière al español y escribe un gran número de dramas. En el prólogo a la edición de sus obras, Fernández de Moratín define la comedia con un espíritu claramente neoclásico: “pinta a los hombres como son, imita las cos­­tumbres nacionales existentes y de [ellas] . . .  forma una fábula verosímil, instructiva y agradable” para educar en “las buenas costumbres”.  Siguiendo estas normas, su comedia más exitosa, El sí de las niñas (1801), desarrolla la acción en un solo lugar y en menos de veinticuatro horas. De manera di­ver­ti­da y bastante obvia, critica la educación de las jóvenes de su tiempo, a quienes se les enseñaba a obe­­decer sin cuestionar a sus padres, y defiende en cambio la libertad y el derecho a pensar con in­de­pen­dencia. El entretenimiento para la gente ordinaria se ejemplifica también en los numerosos sai­ne­tes –farsas breves sobre la vida urbana–. Uno de los autores más famosos de sainetes fue Ramón de la Cruz (1731-1794), que incorporó figuras típicas de la época, tales como los petimetres (gente preo­cu­pada por estar a la moda), los majos y las manolas (jóvenes de clase trabajadora).

    fábula: fable

    escenificar: to stage

    ilustrados: learned ones

    poner en escena: to stage 

     

     

    atrasado: backward

    acercamiento: approach

     

    cada vez más: more and more

    aún: even

    Otro género literario importante del neoclasicismo español, por su valor didáctico, su base clá­si­ca y su conexión con el racionalismo francés, fue la fábula, cultivada ampliamente por To­más de Iriar­te (1750-1791) y Félix María Samaniego (1745-1801). Las fábulas españolas de esta época es­ce­ni­fi­can el conflicto entre autoritarismo religioso y racionalismo liberal que se libraba en la Pe­nín­su­la, y en el que los ilustrados tenían, en general, menos influencia económica y política que los dés­po­tas.

    La ambigüedad española frente al neoclasicismo y a la Ilustración también se pone en escena en la pintura de uno de los artistas considerados hoy más importantes en la historia del arte occidental: Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828). Al tiempo que era pintor de la Corte y llegó a ser el re­tra­tista oficial de Carlos IV, Goya era amigo de iluministas y partidario de reformas liberales, lo que lo llevaría en 1824 a exiliarse voluntariamente en Francia tras el fracaso de un movimiento en contra de la monarquía española. Estéticamente, también, Goya realiza el “via­je” de su país en ese siglo: co­mien­za cultivando la estética adornada del rococó (una forma del ba­rro­co); luego adopta por un tiem­po la sencillez armónica y el buen gusto del neoclasicismo en su ju­ven­tud; y, en su madurez, conjuga el conocimiento de la tradición pictórica española, la profunda ob­ser­va­ción de su gente y la respuesta sen­sible a los conflictos históricos en un estilo propio con ca­rac­te­rís­ticas que pueden asociarse con el ro­manticismo, el realismo y hasta con la innovación expresionista y su­rrealista del siglo XX. Así, pa­ra­dójicamente, dentro de una nación “atrasada”, Goya recupera una mirada “propia” española al evi­tar la imitación de modelos y fórmulas neoclásicas y enfatizar un acercamiento personal y ana­lí­ti­co a sus objetos, resultando en cierto modo más “moderno” –menos res­tringido por reglas aca­dé­mi­cas– que los iluministas y neoclásicos ortodoxos.

    La Ilustración en España se hizo cada vez más débil durante el reinado de Carlos IV, un mo­nar­ca frágil y dominado por el aristócrata Manuel Godoy, amante de la reina. La revolución francesa creó aún mayor ansiedad contra las ideas iluministas, percibidas como una amenaza para el reino, in­te­rrumpiendo un proceso de reformas que apenas comenzaba. Este proceso se frustra definitivamente con las maniobras políticas de Napoleón, que culminaron en la ocupación francesa de España y Por­tu­gal en 1808.


    Estética neoclásica

    Museo_del_Prado.jpegFachada del Museo del Prado, Madrid, 1786-1819.
    Emilio J. Rodríguez Posada, CC BY-SA 2.0, via Wikimedia Commons.
    Por su utilidad práctica y su impacto en la secularización social, la arquitectura fue una forma de arte favorita del neoclasicismo. Las construcciones privilegian instituciones laicas para el bien público, tales como hospitales, bibliotecas, museos, teatros, parques, y monumentos históricos, rechazando la orna­men­ta­ción barroca e inspirándose en motivos clásicos en busca de un modelo arquitectónico de validez universal. La funcionalidad y la armonía serena son esenciales, como puede apreciarse en el edificio del Museo del Prado, diseñado en 1785 por el arquitecto español Juan de Villanueva. Es además simbólico de las dificul­ta­des y contradicciones del Siglo de las Luces en España. Fue en­cargado por el rey Carlos III como parte de sus reformas iluministas. Inicialmente iba a ser la sede de la Academia de Cien­cias y Gabinete de Historial Natural, símbolo de la impor­tan­cia de estos saberes durante la Ilustración, pero se destinó para museo de arte en 1814, signo del menor apoyo a las cien­cias en la monarquía española. Su construcción se inició en 1786, indicando todavía la solvencia de la corona española, pero no pudo inaugurarse hasta 1819 por la invasión francesa en España, indicando de esta manera también el descenso de los imperios ibéricos.

    Estética barroca vs. neoclásica

    barrocovsneoclasicismo.png


    Fuentes


    • Alonso, E. et al. Goya and the Spirit of Enlightenment. Boston: Little Brown, 1989.
    • Blanco Aguinaga, Carlos, et al. Historia social de la literatura española. Akal, 2000.
    • Davies, Catherine, ed. The Companion to Hispanic Studies. Oxford University Press, 2002.
    • García de Cortázar, Fernando y José Manuel González Vesga. Breve historia de España. Alianza Editorial, 2017.
    • Glendinning, N. A Literary History of Spain: the Eighteenth Century. London: Berrn; New York: Barnes Noble, 1972.
    • Kattán Ibarra, Juan. Perspectivas culturales de España. NTC Publishing, 1990.
    • Polt, J. H. R. Poesía del siglo XVIII. 4th edn, Madrid: Castalia, 1994.

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