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10.3: El cazador

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    Gertrudis Gómez de Avellaneda

    145px-El_cazador_con_sus_perros.jpg
    El cazador con sus perros. Francisco Goya, 1775. Disponible en el dominio público por Wikimedia Commons.

    El sol vierte su lumbre
    En nubes de oro y grana,
    La tierra se engalana
    Vestida de verdor.[1]
    Con traje caprichoso,
    De su perro seguido,
    Sale al campo florido
    El bello cazador.[2]

    Lleva provisto el cinto
    Que ancha hebilla sujeta
    Y al hombro su escopeta
    De las aves terror.
    Las auras matinales[3]
    Agitan el cabello
    Que flota sobre el cuello
    Del bello cazador.

    Todo es vida en el campo,
    Todo placer y amores,
    Perfumes dan las flores
    Y el céfiro frescor:
    Sobre el caliente nido
    Cantan himnos las aves,[4]
    Mientras con pasos graves
    Se acerca el cazador.

    Ajenas del peligro
    Desplegan ya sus alas
    Que ignoran de las balas
    El silvo aterrador:
    Y una blanca paloma
    De su belleza ufana,[5]
    En torno gira insana
    Del bello cazador.

    Mil círculos trazando
    Cual leve mariposa,
    Ya vuela caprichosa,
    Ya para sin temor.[6]
    De un árbol a otro cruza
    Allá en el bosque umbrío
    Mientras la acecha impío,
    El bello cazador.

    Con amoroso arrullo
    A su consorte llama
    Columpiada en la rama
    De un verde sicomór.[7]
    Mas ¡ay! que cuando gime
    Y al dulce amor convida,
    Vacila y cae herida
    Del bello cazador.

    Con su inocente sangre
    La verde yerba baña,
    Y sin piedad ni saña
    La mira el matador:
    Que en pós de otra victoria,
    Al hombro la escopeta,
    Sigue su marcha inquieta
    El bello cazador.

    En tanto allá aparece
    Del bosque en la espesura,
    Blanca y triste figura,
    Fantasma seductor:
    ¡Y es Elmira!… La Elmira[8]
    Cual tierna desgraciada,
    Amante abandonada
    Del bello cazador.

    Marchita está la rosa
    De su blanca mejilla
    Y en su mirada brilla
    La llama del amor:
    Con paso vacilante
    Llega la triste Elmira
    [9] la víctima espira
    Del bello cazador.

    Y estrechando á su pecho,
    Al ave moribunda
    Con lágrimas la inunda
    Le dice con dolor:[10]
    —«Paloma sin ventura,
    Igual es nuestra suerte,
    Pues causa nuestra muerte
    El bello cazador.[11]

    De su mano tirana
    Recibes honda herida,
    Y devoró mi vida
    La llama de su amor.
    Débiles, confiadas,
    Perdiónos la inocencia,
    E hirionos sin clemencia
    El bello cazador.

    Bajo ese verde aliso
    Cual lo eras tú, dichosa
    En noche silenciosa
    Me trajo mi candor:
    Y oyeron estos valles,
    Y oyeron estos vientos,
    Los tiernos juramentos
    Del bello cazador.[12]

    ¿Ves, Elmira, ese cielo
    Inmenso?, me decia;
    Pues es, amada mia,
    Mas inmenso mi amor.
    No cria abril mas hojas
    En bosques ni florestas
    Como suspiros cuestas
    Al tierno cazador.

    Mis astros son tus ojos
    Y es tu aliento mi brisa,
    Me embriaga tu sonrisa,
    Me mata tu rigor.
    No deseches, bien mio,
    El alma que te entrego.
    Escucha, Elmira, el ruego
    El triste cazador.

    Como eres hechicera
    Sé, Elmira, compasiva,
    Si quieres ¡ay! que viva
    Concédeme tu amor.
    Así me hablaba, y luego
    Con pérfidos abrazos
    Me aprisionó en sus brazos
    El bello cazador.

    Y soñando venturas
    Pasó la noche umbría,
    Llevando mi alegría,
    Dejándome dolor.
    Y pasaron con ella
    Los halagos traidores…
    ¡Pasaron los amores
    Del bello cazador!

    Que como á tí paloma
    De crudo golpe herida,
    Dejóme el homicida
    Con bárbaro rigor.
    Otros pechos buscando
    Donde sembrar la muerte,
    Que en esto se divierte
    El bello cazador.

    Cedamos, pues, cedamos
    A un destino cruento,
    Que sirva de escarmiento
    Y ejemplo aterrador.
    Y que aves y pastoras
    Al ver nuestro destino
    Se aparten del camino
    Del bello cazador.—[13]

    Dice la hermosa Elmira,
    Y el célico[14] semblante[15]
    Se cubre en un instante
    De lívido color.
    La muerte con sus alas
    Ya nubla su alba frente
    Y aun nombra dulcemente
    Al bello cazador.

    En busca de su presa
    Ya vuelve el inhumano,
    La escopeta en la mano
    Cubierto de sudor:
    Y bajo el sicomoro
    Al ave y á su Elmira
    Al mismo tiempo mira
    Morir el cazador.[16]


    1. Personificación del medio ambiente; es una característica del Romanticismo.
    2. La repetición de “bello cazador” por todo el poema puede representar la presencia continuada pero no querida del amante.
    3. Personificación de la luz es característica del Romanticismo.
    4. La imagen de un ambiente paradisiaco contrasta con las descripciones oscuras del cazador.
    5. El ave blanca representa la inocencia, y supone una alegoría de la pureza religiosa.
    6. Otra imagen típica de la inocencia en el Romanticismo.
    7. Un árbol usado para representar el árbol de la vida, en la Biblia y otros mitos.
    8. “Elmira” significa “princesa” en la lengua árabe, la cual tuvo una gran influencia en el castellano de España en el periodo que la autora vivió.
    9. Donde
    10. Aquí empieza el monólogo de Elmira, dirigido a la paloma herida por el cazador.
    11. Elmira se compara con la paloma moribunda, pues a ambas las mató el cazador (la paloma literalmente, y a Elmira figurativamente).
    12. El amor y el amante como fuerzas naturales.
    13. Fin del monólogo de Elmira.
    14. celestial, divino
    15. cara, rostro
    16. Imagen intensa que describe la crueldad e intencionalidad del cazador.

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